A grandes rasgos, podemos decir que un/a niño/a totalmente obediente es un niño/a que se ha dado por
vencido/a. No muestra interés en mostrarse como es el mismo o ella misma. Sólo
logra satisfacción sometiéndose a los demás. Es un buen subordinado/a. Cuando
crezca será un adulto/a pasivo/a carente de todo impulso, de imaginación e
iniciativa.
Por el contrario, un/a
niño/a que siempre se porta mal, es un/a niño/a que no ha aprendido a
posponer su gratificación, no puede renunciar al placer inmediato en espera de
una satisfacción mayor que puede lograr a través de medios socialmente
aceptados. Con frecuencia estos niños y niñas han crecido en un ambiente que no
les brindó nunca satisfacciones suficientes como para permitirles aprender a
controlar sus impulsos en espera de una gratificación mayor, diferida. O sea
que para que su hijo o hija pueda tolerar la frustración debe aprender que
obtendrá cierta satisfacción por hacerlo.
¿Qué podemos hacer si nuestro hijo/a es
siempre desobediente?
Para empezar, indagar las razones que originan esa mala
conducta. Identificar con claridad el problema para poder resolverlo (escasa
atención de los padres, padres que
aspiran a la perfección, privación al niño/a de satisfacciones y privacidad
cuando no cumple con exigencias desmedidas, celos por el nacimiento de un
hermano/a, etc).
Un niño/a tratado con indiferencia o exigencias desmedidas es
normal que se muestre desinteresado, carezca de motivaciones y se porte mal
constantemente. No importa lo bien que se pueda portar o lo logros que pueda
obtener, nada se le reconoce.
Los niños/as que siempre hacen lo opuesto a lo que se les pide.
Esta actitud de los niños/as encubre un mensaje. Nos está
pidiendo indirectamente que se interese más en él o ella. La conducta de
oposición persistente es en el peor de los casos un intento de contrariarla y
en el mejor de los casos un medio para llamar su atención.
El intento de contrariarla es la expresión más directa de la
hostilidad y el resentimiento del niño/a. A veces el niño/a miente, roba o
actúa con falsedad no por las dudosas recompensas que puedan significarle estas
acciones, sino por el solo hecho de portarse mal. En general, un niño/a que
manifiesta crónicamente estas conductas está pidiendo a gritos que le presten
atención.
Por
Isabel Oliva Gómez, pedagoga, logopeda y técnico de la Delegación de Educación
y Fco Javier Camacho Ramos, psicopedagogo para la Escuela de Padres del
Ayuntamiento de Barbate.
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